Ser periodista en el extranjero: volver a empezar.

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‘Bueno, ¿qué he aprendido un año y medio sin el rey, 15-M, Bárcenas y Belén Esteban?’ (he tardado unos segundos en recordar el nombre). ‘¿Qué me ha aportado el periodismo en Colombia y, ahora, en Estados Unidos?’

La respuesta es tan sencilla como amplia: ADAPTACIÓN.

El mayor problema y la principal riqueza de un periodista en un nuevo país es aprender a cambiar los parámetros básicos de ‘qué es noticia’.

El cerebro delineado y acotado con un orden de prioridades periodísticas ‘españolas’, se desbarajusta. Mucho. No solo eso; los gustos, el conocimiento de la sociedad y (muy importante) el lenguaje dan un giro radical. (No hay que olvidar que cuando en España decimos guerrillero es todo un halago aquél que se enfrenta a una situación adversa, nada que ver con el sentido que se le da en Colombia).

Lo divertido es que cuando alcancé esa meta de una forma satisfactoria, la vida me dio un nuevo giro: y ahora, desde Miami, mi trabajo consiste en contar las principales noticias de EEUU para oyentes en Colombia. No es tarea fácil digerir los ideales de una cultura capitalista y moralista estadounidense y transformarlos, con un cerebro pseudoeuropeo y católico español, a una audiencia conservadora y estratificada colombiana.

Todo un reto que, casi todos los días, me da vértigo e impotencia. Pero es algo que se adquiere con la práctica y que valoro de la emisora en la que trabajo (WRadio): una radio internacional, poco convencional, en la que diferentes voces del mundo: Egipto, Israel, Washington, Londres, Madrid, Bogotá (entre otras) nos conectamos diariamente para hacer un barrido de noticias que, aunque inconexas, no hacen sino reflejar el mundo en un mismo instante pasando en cuestión de segundos. Pasamos de un atentado en El Cairo a un cotilleo sobre el novio de Jennifer Lawrence en Los Ángeles, a la manipulación de una campaña electoral en Colombia o a un estudio sobre orgasmos en París.

Adaptarse es el proceso en el que uno amplia su campo de visión, adquiere nuevas técnicas de expresión, métodos de comunicación alternativo y cambia de perspectiva. Lo importante es mantener unos ‘ideales flexibles’ y no caer en la tentación ni del hermetismo ibérico ni perder el norte (o el sur, ya no sé en qué hemisferio estoy).

Al fin y al cabo, adaptarse es empaparse. Por eso, a quienes vengan les recomiendo paciencia porque de un continente a otro hay más agua de la que parece.

Lucía Benavente

Periodista