Carmen Puyó: “Yo conocí el último aliento de esas redacciones bohemias, donde se fumaba, se bebía y se salía por la noche”

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Leticia Celma

La periodista zaragozana Carmen Puyó siempre tuvo claro que quería dedicarse al mundo de la cultura. En el periodismo vio la mejor forma de ser todo aquello a lo que aspiraba. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y, un año después, comenzó también sus estudios en Cinematografía. En su primer año de prácticas recayó en Heraldo de Aragón, periódico en el que permanecería hasta su jubilación. Comenzó corrigiendo teletipos de información nacional e internacional, continuó elaborando información de barrios durante la Transición, y acabó en la sección de Cultura, donde podía ser más creativa. Este año recibió, de la mano de la Asociación de los Periodistas de Aragón, el Premio a la Trayectoria Profesional 2013, junto a su compañero de profesión y de medio Jesús Frago.

En mayo recibió el Premio a la Trayectoria Profesional 2013, ¿qué ha significado?

Me ha producido una gran alegría, especialmente porque me lo dan los compañeros. El hecho de que tus propios compañeros reconozcan el trabajo que has hecho durante años ha sido lo más importante.

 

Según cuenta, perteneció a la segunda promoción de la Complutense, ¿cómo era el ambiente por aquel entonces?

Me da la sensación de que formo parte de una generación muy autocrítica. En aquel momento creía que las generaciones de universitarios anteriores habían sido más combativas, habían luchado más que nosotros, y que nosotros ya lo teníamos más fácil. Ten en cuenta que llegué a Madrid cuando murió Franco. Para la gente de mi edad, que comenzábamos la universidad, nuestro referente era lo que había ocurrido en París o en Mayo del 68. Llegué en un momento muy interesante e importante: se produjo el atentado de Carrero Blanco, murió Franco, el comienzo de la Transición, la movida madrileña… La universidad también era la calle.

 

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Carmen Puyó recibió el galardón de la mano de Genoveva Crespo. vocal de la Junta Directiva de la APA./APhoto Agency

No solo ha escrito sobre cine.

Conforme terminé la carrera en junio, ya estaba haciendo prácticas en Heraldo de Aragón, como había hecho en años anteriores. En octubre ya me quedé definitivamente. Hacía información de nacional e internacional que, por aquel entonces, era fundamentalmente elaborar y trabajar los teletipos que nos llegaban. Con 22 años no me veía sentada en una mesa corrigiendo teletipos delante de un jefe que me miraba. Parece que lo que he hecho ha sido cine o teatro, pero yo hice durante muchos años información de barrios en Zaragoza. Hasta que conseguí pasar al área que más me interesaba, al área de cultura, que era donde más a gusto me encontraba y donde más creativa podía ser.

 

En algunas web destacan su papel a la hora de informar sobre la mujer en la Transición

No me he dedicado a hacer periodismo feminista, pero es verdad que, en aquella época, recuerdo haber hecho muchas entrevistas a mujeres que entonces eran abanderadas del feminismo, que ya venía de años atrás: el papel de la mujer, el maltrato, la educación y la mujer que, en un momento dado, no solamente trabaja en casa sino también fuera. Sí que me ha interesado el papel de la mujer tanto en los medios como en la política. También he de decir que creo que he sido afortunada en muchas cosas. Yo no me he sentido brutalmente discriminada en ningún momento, ni me he sentido excesivamente marginada por el hecho de ser mujer. A lo mejor me han marginado por otro tipo de cosas, a lo mejor por mi carácter, porque no me he dejado pisar ni avasallar.

 

Podíamos hacer un repaso a entrevistas o reportajes a los que guarde cariño.

Han sido muchos. Recuerdo personajes que he entrevistado y me han interesado, por ejemplo Tarantino (Quentin) en el Festival de San Sebastián. Recuerdo los reportajes de los rodajes de películas en Aragón con Anthony Quinn. Estaba recién llegada a Heraldo cuando sucedió el incendio del Corona. Me conmovió, me dejó rota durante mucho tiempo, porque te estabas enfrentando a aquello que no sabías qué era. Después del incendio vino toda la obsesión que nos siguió, el miedo que se nos quedó dentro a todos los que vimos aquello. De mi época de información de barrios recuerdo el movimiento vecinal y la gran cantidad de gente que había en las asociaciones, luchando por conseguir mejores viviendas, mejores escuelas, más espacios verdes, por hacer unos barrios más humanos y más habitables. Y de mi época más volcada en el periodismo, recuerdo a María de Ávila y a José Luis Borau, con el que tuve una gran relación. Cuando estaba en Madrid, estudiando cine y cinematografía, estuve con él en una película que él produjo. Fue uno de los momentos más interesantes de mi época en Madrid. Borau fue, para mí, como un valor añadido a mi estancia en Madrid, y luego aquí también. Todas las entrevistas que he hecho a Carlos Saura, Plácido Domingo, Alfredo Kraus, Montserrat Caballé… Del teatro de Zaragoza, recuerdo unos festivales que hubo estupendos en los que vinieron artistas de primera magnitud. Tuve la suerte de acercarme a ellos y entrevistarlos, como por ejemplo Alicia Alonso.

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Puyó añadió en su discurso que se sentía afortunada por pertenecer a la generación de los periodistas de los 80./APhoto Agency

¿Cómo era la redacción de Heraldo en los años 70 y 80?

Cuando fui contratada en Heraldo, me convertí en la única redactora que había en la redacción. Merche Pérez también estuvo una época, luego se marchó a Huesca. Después, fui la primera mujer nombrada jefa de sección, en los años 80. Era una redacción, en la que había gente de gran valía que ya llevaba mucho tiempo. La gente más joven llevaba 20 años, excepto José Luis Trasobares. No me encontré con la frescura que esperaba encontrarme. Sí que la encontré en José Luis Trasobares, que era el que empujaba para que aquello cambiara y la redacción se moviera. En verano llegaba la gente de prácticas de mi edad, y era diferente. Era una redacción que nada tenía que ver con las redacciones de ahora. Yo conocí el último aliento de esas redacciones bohemias, donde se fumaba, se bebía, se salía por la noche, y, para mí, era todo nuevo. Al hacer información nacional e internacional me tenía que quedar por la noche para hacer guardia y se me hacían las dos de la madrugada. Luego un coche de la empresa me dejaba en la puerta de mi casa. Recuerdo aquella época con cariño, como todo nuevo. En aquel momento me hubiera querido quedar en Madrid, pero, por circunstancias, decidí volver a Zaragoza. Eran redacciones de gente muy variopinta. Antes había toda una escala de edades, así como ahora creo que hay gente sobre todo muy joven y que se ha cepillado a todo el mundo que pudiera tener más de cincuenta y tantos. En Heraldo había un único subdirector de setenta y tantos años, un redactor jefe de sesenta y tantos y jefes de sección que tenían 20 años más que yo. Luego estábamos gente como José Luis Trasobares, que somos de la misma generación.

 

Y respecto a las reglas de informar, ¿han cambiado?

Antes había bastante rigor. Ya no sé decirte si cuando yo entré o de la época en la que fui jefa de sección, hablando de finales de los 80. Yo he sido muy rigurosa. En ocasiones me decían que era muy dura. Yo les exigía mucho a los que trabajaban conmigo, porque yo me exigía mucho y quería que me exigieran. Yo estaba convencida de que había que hacer un periodismo riguroso, que estuviera basado en hechos constatados, que escribieras sobre hechos que habías comprobado que eran ciertos, que contases con todas las fuentes y que, cuando enviaras a un periodista a hacer una entrevista o un reportaje, ese periodista fuera bien preparado para que ni él metiera la pata ni la metiera su jefe ni su medio. Yo creo que eso es fundamental. Si he conseguido formar un poquito a alguno de los periodistas que han trabajado conmigo, con eso ya me doy por satisfecha.

 

La formación está a debate en la actualidad periodística.

Ahora el problema es que nadie tiene tiempo de coger de la mano a los periodistas jóvenes, no de mimarles, sino de darles libertad, pero dirigiéndoles un poco. Que si tú tienes que hacer una entrevista a un economista o vas a una rueda de prensa con un político o un director de cine, sepas a quién te vas a enfrentar. A veces he ido a ruedas de prensa en las que me he dado cuenta de que la persona que había no sabía a qué se enfrentaba, no sabía qué preguntar porque no sabía de qué estaban hablando. No es culpa de él, es culpa de que en los medios cada vez hay menos periodistas para trabajar y se hace todo más deprisa y se tiene que atender a más frentes. Antes tú ibas a una rueda de prensa, te la preparabas, te enfrentabas a un señor y sabías lo que estabas haciendo. Ahora tienes que ir a ese señor, hacerle la foto, hacerlo para el periódico diario, para la página web y, si me apuras, escribir la información para una tele. Evidentemente, si atosigas a la gente con un montón de cosas al mismo tiempo, no le das tiempo para prepararse y tiene que hacerlo todo en un tiempo récord, así son los fallos que se observan algunas veces en los medios de comunicación.

 

¿Qué ha ocurrido para que suceda la falta de credibilidad total en los medios?.

Por un lado, porque la gente va a escribir o se pone delante de una televisión o de una radio sin haber tenido tiempo de prepararse lo que va a hacer. Insisto que yo no culpo a los nuevos periodistas de falta de formación, ni se me ocurriría, bastante tenéis con la crisis y los salarios mínimos. Has hecho cinco años de carrera o cuatro, pero luego necesitas un período de rodaje. No puede ser que vayas a hacer prácticas a un medio de comunicación y de que, encima de que te pagan 500 euros al mes, hagas el trabajo de un redactor. No, tú eres un becario y tienen que prepararte. Y, por otro lado, porque también, en un momento dado, muchos medios de comunicación se han dejado llevar por el partido o por el poder económico que más les interesaba. De hecho, tú coges ahora cinco periódicos y son cinco interpretaciones distintas. Muy bien para escoger, pero esas cinco informaciones distintas a veces también están manipuladas por quien tiene el control económico del medio de comunicación del que se trate o del grupo político al que pertenezca. No se prepara bien a la gente y hay pocos periodistas, las redacciones están cada vez más vacías, y el talento, el patrimonio, lo tiene el periodista que va a escribir la noticia, no el publicista. Creo que también hay medios cada vez más tendenciosos. Crea descrédito y miedo.

 

Entonces, ¿cómo fueron sus prácticas en Heraldo?.

Firmaba un papel y todos los meses cobraba mis prácticas, y las cobraba bien. Es verdad que al final acabas sustituyendo un poco al periodista que se ha ido de vacaciones, pero siempre tenía a alguien indicándome por dónde ir. Recuerdo, por ejemplo, que José Luis Trasobares, que había empezado a trabajar muy jovencito y ya llevaba tiempo, me decía: “Esta información debes hacerla con más rasmia”. Luego yo hice lo mismo con la gente que estuvo conmigo de prácticas, que eran responsabilidad mía. En aquel momento dedicabas más tiempo, pero porque las redacciones empezaron a llenarse de más personal, más periodistas y más redactores. Y, ahora mismo, cada vez hay menos. A la gente hay que motivarla y pagarle bien, e insistirle en que se siga preparando, aunque ya tenga un trabajo.

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La periodista zaragozana defendió un periodismo riguroso y el patrimonio del periodista./APhoto Agency

Ha dedicado toda su vida a Heraldo, ¿qué le ha aportado?

Cuando entré en Heraldo era una balsa de aceite, es decir, era una empresa potente y el que entraba sabía que terminaría allí su carrera. A mí me ha proporcionado una estabilidad en todos los sentidos, profesional, económica y personalmente, porque nunca he tenido la incertidumbre de que me podía quedar en el paro. Eso es una fortuna que, desgraciadamente, ya nadie tiene en este país, ni en esta profesión ni en ninguna. A veces he pensado si en un momento determinado pudiera haber aceptado alguna oferta, que me surgió en su momento, o haberme ido a otra ciudad. Siempre me quedará la duda de cómo me hubieran ido las cosas. En ocasiones estar en un medio durante mucho tiempo, con tanta estabilidad, puede llevarte a apoltronarte, a decir: “Como ya lo tengo, para qué me voy a molestar”. En ese sentido, en el año 90 le dije al que entonces era mi director, Mompeón, que estaba saturada, me había estancado. Tuve la suerte de pactar con la empresa que me dejara marchar un tiempo de los veranos del 90, 91 y 92. Hice como un alta. Ellos conservaron mi categoría y mi puesto, yo era jefa de sección, y me fui a Nueva York e hice unos cursos en la Universidad de Columbia. También estuve parte del verano del 92 en París, y luego me volví otra vez a Nueva York. Creo que es lo mejor que pude hacer. Estaba en una etapa que me interesaba muy poco ya lo que estaba haciendo y volví llena de energía. Me limpié totalmente. Fue una época maravillosa en mi vida, personal y profesionalmente, porque hice algunas entrevistas y reportajes en Nueva York.

 

Ahora dónde podemos encontrar a Carmen Puyó

Sigo estando en Heraldo de Aragón porque prácticamente firmo todos los días, sigo haciendo las críticas de cine, tres a la semana. Sigo escribiendo una columna de contraportada los sábados. Cuando llega el Festival de San Sebastián me sigo yendo. Le dedico más tiempo a mi vida personal, a mi vida familiar y la verdad que estoy disfrutando de una etapa. Sigo pensando, como dije en la entrega del premio, que he sido afortunada por la estabilidad que he tenido en el trabajo, porque no he conocido el paro, porque tuve la suerte de vivir una etapa maravillosa en Heraldo, que es la segunda mitad de los años 80. Nos juntamos un grupo de periodistas jóvenes con muchas ganas. Se estaba produciendo un cambio brutal en aquel momento. Éramos personas de diferentes ámbitos, e ideologías incluso, pero con una ganas de vivir, de hacer un periodismo fantástico, de luchar, de combatir. Y creo que hicimos un periodismo muy interesante y muy bonito en aquel momento.

 

En el discurso de la entrega del premio ya destacó que se sentía afortunada.

Me siento afortunada porque, en un momento dado, hay una generación, la mía, que estaba cumpliendo los 60 que, de pronto por la crisis, ha salido de los medios de comunicación y con lo cual en los medios de comunicación en general ha habido una pérdida de patrimonio. De pronto las redacciones se han vaciado, por un lado, de los que teníamos patrimonio para seguir aportando cosas y, al mismo tiempo, tampoco se están terminando de llenar de gente joven que sea toda la savia nueva que los medios necesitan. Yo no soy de las que piensan que por mi patrimonio me tengo que agarrar al puesto. No, yo creo que tiene que haber sitio para todos. Afortunadamente, sigo escribiendo en Heraldo y cuentan conmigo para cualquier cosa que ellos quieran, porque a mí me satisface, pero el que yo me haya marchado no significa que estén contratando a gente nueva. He sido afortunada porque no he conocido el paro, he tenido estabilidad, he trabajado en un medio estupendo, he vivido una época maravillosa. A mí el periodismo me ha regalado un montón de amigos y he tenido la suerte de conocer a un montón de gente interesante e importante. Mi pandilla de amigas: Lola Campos, María José Cabrera, Encarna Samitier, Lola Esther, Genoveva Crespo, Concha Montserrat, Juan Antonio Gordón, un montón de personas que he conocido y son mis amigos.

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 Carmen Puyó, junto al resto de premiados en la Fiesta de los Periodistas./APhoto Agency

Como crítica, ¿qué le parece Ocho apellidos vascos?

Es un fenómeno social, eso ya no se lo niega nadie. Me parece una comedia divertida, pero una comedia muy fácil. No creo que tenga un gran guión, ni que el director se haya esforzado demasiado en la dirección, pero le ha tocado la varita mágica y se ha convertido en un fenómeno social porque cuenta una historia sobre la diversidad que hay en este país, sobre los tópicos de cómo somos en una comunidad y en la otra, todo se interpreta con amabilidad y sentido del humor, hay mucho cariño en los personajes, pese a lo que han dicho algunos extremistas, realmente plasma de alguna forma esa realidad de la estética de la kale borroka y del señorito andaluz, y hace reír a la gente. En este momento tenemos todos unas ganas de reírnos impresionantes.

 

Tal vez sea una oportunidad para remontar el cine español.

No creo que el cine español esté tan mal. Creo que tiene un problema de que no tiene medios económicos suficientes para remontar y para afrontar determinados proyectos, que en otros países con ayudas privadas se pueden conseguir. En el cine español hay talento, en David Trueba, Fernando Trueba. Hay directores que a veces consiguen películas magníficas, como Pedro Almodóvar, Amenábar (Alejandro). Y luego hay éxitos como Ocho apellidos vascos o Las Brujas de Zugarramurdi. El año 2013 se han hecho comedias muy interesantes. Es un éxito para el cine español y para la comedia español y el público va enloquecido a verlas, esta rompiendo todo tipo de récords.