Que la realidad no te estropee una historia (aunque esta ni siquiera sea buena)

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Resulta que  antes de ayer mataron a tiros a una tal Isabel Carrasco. Era presidenta de la Diputación de León y otras 11 cosas, ya que había llegado a acumular 12 cargos a la vez. Estaba siendo investigada por presunta malversación de fondos públicos y envuelta en una polémica que la vinculaba con el cobro de sobresueldos que superaban los 50.000 euros anuales por dietas relacionadas con Caja España-Duero.

Sin embargo, y a pesar de los años que llevaba en política, fuera de León y su ámbito, esta mujer no era conocida por los españolitos de a pie, lo que quiere decir, que estos datos que acabo de dar difícilmente eran sabidos por la inmensa mayoría cuando se supo que la habían matado. Y, aún así, sin tener ni idea de todo esto (ya que de haberlo sabido esto hubiera servido para reforzar más aún sus argumentos) cientos de personas se aventuraron a atiborrar las redes sociales de mensajes tipo (copio y pego tal cual): “Hace tiempo que vaticinaba que este tipo de hechos pasarían en España. No había habido muertos políticos, pero si de hambre, desahucios y otras situaciones jodidas de peña que lo esta pasando francamente mal. NO ES LA MANERA, pero me da la espina de que no será la única. ¿Cuan desesperado se tiene que estar para llegar a esto?”.

Las redes hirvieron con comentarios de gente que no lo sentía, de gente que lo veía venir, de gente que lo justificaba y de gente que incluso lamentaba que no se hiciera lo mismo con todos los políticos. A estas burradas cabe sumar las de otros especímenes, las de los pseudoperiodistas de la caverna mediática, que responsabilizaron del crimen a la izquierda, a los escraches y a diversos agitadores sociales (véase Gran Wyoming y Ada Colau en particular y la Sexta entera en general).

Me considero curada de espanto, y cada vez me sorprenden menos tanto los comentarios de ineptos que aprovechan el anonimato relativo que proporcionan las redes sociales, como los cavernarios que difunden su bazofia en lo que en otro tiempo se hubiera llamado prensa del movimiento. Sin embargo, todavía no he salido del asombro que me produjo todo lo que leí ayer. Vamos a decir lo que nos dé la gana, que manipular es gratis y, total, como dice el dicho, injuria que algo queda.

Resulta que mientras unos acusan a la izquierda de provocar asesinatos como éste, otros justifican los hechos e incluso se extrañan de que no se hayan cargado a más gente. A mí tanto una cosa como la otra me parecen muy bien salvo por un pequeño detalle: ninguna de las dos son verdad. Han matado a una política, cierto, pero eso no lo convierte en un crimen político. Resulta que a esta señora se la ha llevado por delante una venganza personal que nada tenía que ver con sus ideas políticas. Prueba de ello es que las presuntas autoras son afiliadas a su mismo partido e incluso una de ellas llegó a presentarse en sus listas a las elecciones.

¿Pero qué más da lo que haya pasado realmente?  Cualquier excusa es buena para expresar al mundo vía twitter el hartazgo con la casta política o bien para atribuirle a la izquierda radical (unos términos que siempre van unidos para la caverna mediática) unos superpoderes de agitación social de masas que dista mucho de tener. ¡Y todo ello sin el menor sonrojo!

Como se dice habitualmente en esta profesión, ¿para qué vamos a dejar que la realidad nos estropee una buena historia? Con la salvedad, eso sí, de que, esta vez, la historia de buena tiene más bien nada…

Esther Aniento

Periodista