Ese oficio de ‘cualquieras’

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Ayer mismo el presidente de una asociación de la zona en la que trabajo tuvo a bien llamarme la atención por la modificación que yo había hecho de un artículo que él mismo me había enviado para que se publicara en el periódico que coordino.

Sorprendentemente, no estaba disgustado porque hubiera corregido sus numerosas faltas de ortografía y su asombroso olvido de todos los signos de puntuación. El motivo de su cabreo era que había eliminado de un plumazo y sin dejar rastro todos los tratamientos de cortesía que aparecían en sus (infumables) cuatro páginas de texto. El Excelentísimo Vicepresidente de la Diputación Provincial de Zaragoza Señor Don fulanito de tal había pasado de golpe a ser el vicepresidente de la DPZ fulanito de tal y ya no iba acompañado de la Alcaldesa-Presidenta del Excelentísimo Ayuntamiento Doña menganita de cual, sino que el ‘vice’ había pasado a ser recibido, simplemente, por la alcaldesa de la localidad.

Sin duda, un atrevimiento por mi parte y una falta de respeto que me agradecería que no se volviera a repetir. Respiré hondo y, tras reunir toda la calma de la que fui capaz, le contesté que ese tipo de tratamientos de cortesía pertenecían al ámbito protocolario y formal, pero no al periodístico. Le animé también a que comprobara, leyendo cualquier otro periódico, como lo que le decía era cierto e incluso me aventuré a intentar explicarle lo que era un libro de estilo de un medio y cual era su función. No conseguí mucho: él siguió diciendo que era necesario que sus artículos tuvieran “un aire institucional” (sea eso lo que sea) y yo le aseguré que me seguiría cargando todos los ‘Don’, ‘Doña’, ‘Señor’, ‘Señora’ y ‘Excelentísimos’ de todos los artículos que me quisiera enviar en el futuro.

Esto sería solo una anécdota sin importancia sino fuera por la gran afición que hay en este país por opinar sobre este oficio sin saber. Nadie se atreverá a decirle a un cirujano cómo tiene que operar, pero todo el mundo lleva en su fuero interno a un periodista frustrado que le permite opinar, criticar e incluso exigir cómo debe estar escrita una noticia. No voy a meterme ahora en el jardín de si este oficio se aprende en la universidad o trabajando en los medios (porque ya adelanto que mi respuesta es que en ambos sitios), pero lo que es seguro es que no podemos dejar que cualquiera se crea con la capacidad suficiente como para criticar sin argumentos y desprestigiar nuestro trabajo. Nosotros somos los primeros que debemos dejar de creer que este es un oficio que cualquiera puede hacer. ¿Cómo? Demostrándolo.

 

 

Esther Aniento, periodista

miembro de Junta de la APA