Cuando se confirmó formalmente que el HA presentaba un ERE escribí un texto que luego no llegué a publicar. Me dio pudor.
En él hablaba de unos tiempos viejunos, en los que los redactores novatos llegábamos a aquella Redacción y, de pronto, se nos trataba como periodistas profesionales, apostando por nuestra frescura, por el descaro que da la falta de prejuicios. A veces metíamos a la pata, y se nos regañaba, pero también se nos enseñaba a ser mejores. Y, por cierto, nos hacían contratos que permitían empezar vidas. De hecho, yo estoy aquí, en Zaragoza, gracias a todo aquello.
En esa Redacción había mezcladas varias generaciones de periodistas. Estaba la “vieja guardia”, la de los Alfonso Zapater, Vázquez Prada, Hernández Polo, Joaquín Aranda y algunos otros. Incluso algún ilustre jubilado, como Luis Mompel, fotógrafo que siguió con nosotros, vigilante de “su” archivo gráfico, hasta casi el final de sus días.
Y estaba su relevo, con José Luis Trasobares al frente, quienes serían nuestros jefes directos en aquellos primeros años 90. De Carmen, de Jesús, de José Carlos, de Bandrés, de Moncín y de muchos otros aprendimos (y sufrimos, también, que para eso eran los jefes) a ser lo que hoy somos. Porque el HA ha sido una cantera imprescindible de periodistas para esta tierra. Creo que fuimos, a continuación, dignos sucesores, cada cual donde y como pudo.
Anoche se confirmó el resultado del ERE. Varias personas se han acogido a él de manera voluntaria, aprovechando unas condiciones negociadas y aceptadas. Esa voluntariedad no puede esconder, en casi todos los casos, el cansancio, el hastío o el desencanto respecto a la que debería ser la profesión más bonita del mundo. También hay unas bajas obligadas, decididas por la empresa. Esas duelen aún más. A unos y a otros les quiero mandar hoy un abrazo enorme y lleno de cariño y de ánimo, porque entre ellos hay, además, amigos y amigas.
Lo que acaba de pasar en la Redacción del HA es una historia repetida en decenas, cientos, de medios de comunicación de este país a lo largo de los últimos años. La crisis, la inoperancia, las nuevas tecnologías… Cada cual tendrá su teoría. El resultado es evidente, no hace falta insistir. O sí.
A mí me duele y me hace sentir de otro tiempo la rotura de esa cadena de sabiduría de la que hablaba antes. Ese hilo de transmisión de conocimientos y de amor por el periodismo que nos fueron cosiendo nuestros antecesores en el periódico y que ahora, inevitablemente, llega a su punto final. Porque no habrá ningún Mompel contando batallitas, ni ninguna jefa como la que yo tuve, que me enseñó tanto sobre tantas cosas, ni ojos ilusionados de becarios soñando con quedarse a trabajar entre paredes centenarias.
Suerte a todos y a todas, a quienes salen, a quienes se quedan… Hay que intentar seguir creyendo en este oficio.
Juan Antonio Gordón. Periodista, miembro de la APA y el Colegio Profesional, y exredactor de Heraldo de Aragón.