Los periodistas también nos indignamos

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LETICIA CELMA

“Aquí estamos, preocupándonos por si comeremos patatas bravas o calamares, mientras otros no saben ni si tendrán algo para llevarse a la boca…”, espetó de repente, entre caña y caña, uno de mis amigos antes de cenar. Este tipo de frases son las que activan la vocación del periodista. Su mente empieza a trabajar, le reconcome y esto provoca que piense palabras clave, personas, publicaciones…: hambruna, índice de pobreza, países más pobres, deuda histórica, dictaduras… ¿Tal vez un reportaje comparando situaciones diarias? Quizá puede ser muy hipócrita. ¿Contactar con alguien de allí? ¿Hay fotos?, etcétera, etcétera. Nada que no sepáis, compañeros.

El objetivo es ofrecer la mejor información, la que logra que los ciudadanos estén al día de lo que ocurre en este mundo. Porque, rescatando las palabras de un compañero de profesión, “el virus es el virus”. Y es que “el virus” hace referencia a esa vocación que se lleva dentro, una curiosidad innata que formas con una licenciatura, desarrollas con unas prácticas y maduras con el tiempo. Los periodistas realizamos todo este proceso de formación porque sentimos la necesidad de mostrar que, más allá de una frase, hay un “qué”, un “cuándo”, un “por qué”, un “cómo”, un “dónde”, un “quiénes”…

En un mundo azotado por tantas situaciones caóticas, el periodismo está cada vez más vapuleado. A las pruebas me remito: una institución educativa no escucha nuestras voces de indignación que piden algo tan sencillo como que los puestos relacionados con periodismo sean para periodistas.

Tal vez ha llegado el momento de hacer las maletas y cambiar de oficio. “Bon voyage”. Pero, entonces… ¿qué sucederá con el derecho a la información? ¿informar será solo copiar y pegar? (se hace un silencio) Mis preguntas de indignación se convierten en carcajadas sarcásticas.

En este mundo tan volátil es importante tener voces que discutan y debatan sin miedo, voces que recuerdan y recuperan, voces que explican. Parece que nos quieren adormilar, apartarnos, hacer que nuestra tarea periodística se convierta en copiar y pegar. Parece que quieran que convirtamos nuestro orgullo de ser periodistas en un oficio de meros escribanos. Conmigo no lo conseguirán porque adoro mi profesión, estudié periodismo, voy a mantener mi cabeza alta, defenderé a los buenos periodistas y se me seguirán poniendo los pelos de punta cuando lea una buena crónica.

También os digo que la batalla no está perdida. Algunas empresas valoran y quieren que su información sea tratada por profesionales de la información, es decir, por nosotros los periodistas. Así que es hora de seguir luchando para que esta visión del “periodista al periodismo” se generalice y se extienda tanto en instituciones públicas como empresas privadas. Está claro, compañeros, tenemos la profesión más bonita del mundo y hay que luchar por ella.