Patrimonio aragonés en Estados Unidos

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¿Cómo a las lujosas dependencias del magnate de los medios de comunicación William R. Hearst llegaron destacadas obras de arte de Aragón? Estas son algunas de las claves que se desvelan en el libro “Arte aragonés emigrado en el lujo del coleccionismo. El viaje del retablo de Riglos” (Editorial Prames). La periodista Mercedes Penacho presentó recientemente esta obra, basada en gran parte en sus reportajes e investigaciones sobre arte aragonés en el extranjero.

Nuestra asociada aporta el relato y una profusa investigación documental y fotográfica obtenida en numerosos viajes y visitas a archivos, museos y bibliotecas de varios países, en un libro que esboza los entresijos del mercado del arte y la situación del patrimonio entre finales del siglo XIX y principios del XX, cuando grandes magnates americanos forjaban sus fortunas y colecciones de arte, generando una gran presión sobre el patrimonio histórico-artístico en España. En la obra también ha colaborado el historiador Luis Miguel Ortego, que aporta los epígrafes de fondo y contexto histórico. El prólogo es del Catedrático emérito de Historia del Arte Gonzalo Borrás.

Portada libro Riglosb

La obra, con destacada información inédita, plantea una aproximación que parte de la descripción del contexto socioeconómico en Norteamérica y la semblanza de los principales coleccionistas americanos y la situación del patrimonio en España entre el siglo XIX y XX hasta llegar a Aragón, haciendo un repaso por sus principales obras emigradas en Estados Unidos, de manera que se aportan al lector todas las claves para entender el panorama del expolio artístico español y aragonés en la época.

Para ello, la obra toma como muestra el periplo que realizan cada una de las seis tablas de un retablo gótico que salió a principios del pasado siglo de la pequeña ermita románica de San Martín de Riglos (Huesca), y hoy se encuentran en museos de Bolonia, Londres, Barcelona, Philadelphia y California, relatos que sirven de excusa para describir las apasionantes personalidades de sus propietarios así como los lugares por donde pasan y se exhiben. Pero además del pequeño municipio oscense, la obra refleja el triste relato de piezas de Barbastro, Tarazona, Jaca, Biniés, Calatayud, Teruel o Estopiñán, entre otros muchos lugares de Aragón, que padecieron aquel expolio.