¡Que viene Marcos Redondo a cantar “Soy de Aragón!” Muchos años ha, tener una arradio en casa, era un casi un lujo, total para un abanico escaso de emisoras: Radio Nacional, la SER, Radio Juventud y Radio Popular. Luegoaparecerían las FM. Poco después comenzaban de forma ensordecedora, las emisiones de OC, muchas ubicadas en el extranjero. Al principio la más escuchada era Radio Andorra, “emisora del Principado de Andorra”, frase que pronunciar una locutora con voz sexi. Y no digamos de Radio España Independiente, o Radio Pirenaica,.. Pero los discos dedicados “de quien ella sabe”, las novelas y concursos acaparaban a atención.

Han pasado décadas de aquello, y sin saber los motivos y quizás llevado por la emoción, vuelvo la vista atrás. Me encuentro revisando una antigua colección fotografías de época sacadas de una casa humilde, en la que habitábamos dentro de un ambiente familiar en el que solo había cariño y amor. Ahora tales seres tan maravillosos viven en mi memoria más íntima, de la que nunca desaparecerán. Acompañado de dos de mis sobrinos, ya en un piso confortable, creo que me parezco al “abuelo Cebolleta” contando sus viejas y a veces hasta divertidas batallas. Pero este tito casi siempre con un sentido del humor que no quisiera perder jamás, se pone triste y comienza a mostrar un rostro más serio y cargado de nostalgia. Jimena se ha dado cuenta de mi situación interna y saca a los chicos de la estancia, con la excusa de que han venido las hijas de una prima suya, que están de muy buen ver. Rápidamente, los chicos se ponen más risueños, me dan un beso y me dicen: “Hala, Cebolleta, que estas chicas son más guapas que tu. Plasta, que eres un plasta”. Y se van cantando una jota de picadillo que les sale muy bien y que saben tanto me divierten.

Me han dejado solo y paso de nuevo a revolver por la colección gráfica que yo mismo hice con una vieja cámara que me regaló el tío José, de Toulouse, además de las que guardo y pertenecían a mis padres, al abuelo, a la abuela, a mis tíos y a mis primos, entre otros.

Una de las imágenes se cae al suelo, me agacho a recogerla, la observo fijamente y es la foto del viejo receptor de radio con lámparas, que a falta de televisión, para nosotros era una fábrica de sueños y de ilusiones, a pesar de que el sonido tenía sus defectos.. Eran tiempos de Angelillo, del apogeo del Príncipe Gitano, del de la genial Concha Piquer, de Miguel Fleta, de Rafael Farina, de un Juanito Valderrama que emocionaba, no solo a los radioyentes con “Adiós mi España querida”, sino a los españoles exiliados en Francia. Vamos, que de ello fui testigo en la ciudad hermanada afectivamente con Zaragoza. Ante esta situación, no puedo evitarlo, me afloran los sentimientos con un toque lacrimal.

Los ojos se me nublan y los cierro para emprender un viaje regresivo a aquella nuestra vieja casa a orillas de un río que desemboca en el Ebro, siempre castigador por el viento fuerte que arrasa todo cuanto sale a su paso. Aún recuerdo aquellos seriales de Guillermo Sautier Casaseca y Ama Rosa, que me aburrían soberanamente; pero disfruté más de “Matilde, Perico y Periquín”, con Pedro Pablo Ayuso (padre de Marisol Ayuso), Matilde Vilariño y Matilde Conesa como intérpretes principales y hasta. de “La saga de los Porretas”.

Mi padre era un gran amante de la música y gracias a él aprendí que había un barítono sensacional, que no era otro que Marcos Redondo. Fue él quien me abrió las puertas del olimpo de la música, pero a pesar de que el receptor era malillo, su voz sonaba muy bien y se parecía a la de los ángeles supremos. Gracias a este cordobés nacido en Pozoblanco el 24 de noviembre de 1983, fue aumentando ese sentir con sabor aragonés. Aún recuerdo aquella voz coqueta y seductora de la locutora de la SER cuando decía así: “Acaban de escuchar “Ojos verdes” a cargo de Conchita Piquer. Inmediatamente ustedes disfrutarán de nuevo, de Marcos Redondo , “Soy de Aragón”; dedicado a Pepa Mancho, Sabina León, a Paco Terrer, a quien ella sabe, dedicada por su admirador más querido. Y así hasta completar una extensa lista de nombres, a la espera de que sonase la voz mágica que emborrachaba de buenos sentimientos. Mientras tanto, la voz paterna avisando: “Chiquitín, corre, que canta Marcos Redondo”. Y allí que me plantaba en menos de dos segundos, estando todos reunidos alrededor del receptor, como si de allí saliese ese cantante para darnos la mano, y para ese niño que era yo, hacerme alguna caricia. Admiraba tanto a este artista, que me entró una casi enfermiza admiración por la zarzuela, ópera, orquestas sinfónicas, y hasta he llegado a comprender que el lidl es un arte sublime.

He dejado el llanto y vuelvo a sonreír tras los efectos de los recuerdos. “¿A que no sabes Jimenita de mi alma que música voy a poner para tu deleite?”. La respuesta estaba muy clara y no daba lugar a equívocos: “Soy de Aragón”, por Marcos Redondo”. ¡Nada menos. Así, como suena!

 

Manuel Español. Periodista

Texto publicado originalmente en el blog “Hora bruja”