CMs, aprendices de mago y la necesaria formación

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Recuerdo que hace no muchos años un amigo psicólogo me trasladaba, bastante alarmado, su preocupación por la proliferación de coachs y del coaching en general. Una nueva profesión de moda que inunda hoy carteles de publicidad, cursos de todo tipo y spam que llega a nuestro correo electrónico, prometiéndonos desde nuevas salidas profesionales a una forma de encarar la vida que garantice nuestro futuro.

El coaching se ofrece como posmoderno bálsamo de Fierabrás para motivar y afrontar con decisión los retos que nos plantea este nuestro tiempo. De algún modo, mi amigo comparaba a algunos de los que se dicen coachs con una suerte de aprendices de mago, personas que, en muchos casos, carecen de una adecuada formación al mismo tiempo que se adentran en los siempre pantanosos terrenos de la psicología humana.

Efectivamente, sin ánimo de polemizar ni señalar a nadie, en los últimos años hemos visto como son legión los coach que nos ayudan a encarar nuestras vidas y nos motivan para todo tipo de desafíos. Como me comentaba mi amigo psicólogo, sin una formación y unos conocimientos adecuados (perfectamente regulados en la carrera de Psicología) los resultados pueden ser nefastos, porque la psicología no reside tan solo en las buenas intenciones y en las arengas motivadoras.

Entendido de este modo, el coaching puede resultar muy interesante y útil para nuestro día a día. Nos puede dotar de herramientas con las que superarnos. Sin embargo, tan importante como esta aparente nueva disciplina resulta disponer de una adecuada formación en Psicología, una preparación académica que es posible que no nos pueda ofrecer cualquier aprendiz de mago.

El mundo de la Comunicación, especialmente azotado estos años por una crisis que nos lleva de cabeza, también ha conocido la proliferación de nuestros propios coachs, nuestras propias nuevas profesiones que han revolucionado el sector. Entre otros me refiero, ni más ni menos, a los Community Managers, los CMs en el argot más cool, que han poblado nuestro mundo en muy pocos años como depositarios de una nueva verdad.

Como en el caso de los coachs, comparto el interés de sus propuestas y no me cabe la menor duda de su buena intención. De hecho,suponen a día de hoy un yacimiento de empleo muy interesante que representa una salida profesión para muchos de nuestros colegas y, por lo tanto, son una esperanza. Lo que no es poco. Sin embargo, al igual que ocurre en el caso de la Psicología y el Coaching, los conocimientos que ofrece un Community Manager no son más que una parte parcial de una disciplina mucho más amplia y profunda, la Comunicación, para la que ya existen estudios reglados que acreditan su conocimiento.

Llegado a este punto, me pregunto qué tiene de nuevo la figura de los Communities y hasta qué punto no se trataría de una nueva dimensión profesional que podría (que puede, de hecho) desarrollar cualquier persona debidamente formada en Comunicación. Eso sí, con las pertinentes actualizaciones y adaptación a las nuevas herramientas a desarrollar. Especialmente sobre el canal que se va a utilizar para comunicar. De hecho, si nos tomamos en serio nuestra profesión y la disciplina a la que pertenecemos (no son pocos los autores que consideran que la Comunicación Social es una ciencia) deberíamos empezar a reclamar, como hacía mi amigo el psicólogo, su territorio.